Norte Grande
Abarcando las Regiones de Tarapacá y Antofagasta (primera y segunda respectivamente), el norte grande de Chile comprende un territorio marcado por los contrastes.
Una zona en que la aridez y sequedad del Desierto de Atacama se contrapone con la fertilidad de valles y oasis (como el Valle de Azapa y el Oasis de Pica). Contrastando también con la presencia de una gran diversidad biológica cuyas muestras más representativas están protegidas en los parques y monumentos nacionales Lauca, Isluga y Salar de Surire.
Pero el desierto y el altiplano no dejan de fascinar a lo largo de su geografía: el Valle de la Luna, con sus increíbles formaciones rocosas; las 300 mil hectáreas del Salar de Atacama, los impresionantes Geysers de El Tatio; o las numerosas fuentes termales, como las de Mamiña.
Por otra parte, es un territorio de grandes riquezas arqueológicas, naturales y culturales. Los Geoglifos de Cerro Pintado y los Pukarás de Quitor y Lasana, nos hablan del alto grado de desarrollo al cual llegaron los pueblos originales de la zona. Más recientes en el tiempo y en la historia del país, las oficinas salitreras como María Elena, son mudos testimonios de un pasado esplendoroso. Y La Fiesta de La Tirana, la muestra más representativa de la mezcla entre las tradiciones paganas y el catolicismo.
Cada una de las ciudades y pueblos de la región, es heredero de este pasado. Son muchos los pueblos como San Pedro de Atacama y Putre que están rodeados de kilómetros desérticos, cuya forma y ritmo de vida difieren grandemente al de las ciudades situadas en el litoral como Arica, Iquique y Antofagasta. Y también de Calama, surgida de la actividad minera de Chuquicamata, la mina de cobre a tajo abierto más grande del mundo.
Es una región para disfrutar reposadamente o para lanzarse a la aventura de explorar. Está dotada de toda la infraestructura y servicios necesarios para atender a los visitantes.
Abarcando las Regiones de Tarapacá y Antofagasta (primera y segunda respectivamente), el norte grande de Chile comprende un territorio marcado por los contrastes.
Una zona en que la aridez y sequedad del Desierto de Atacama se contrapone con la fertilidad de valles y oasis (como el Valle de Azapa y el Oasis de Pica). Contrastando también con la presencia de una gran diversidad biológica cuyas muestras más representativas están protegidas en los parques y monumentos nacionales Lauca, Isluga y Salar de Surire.
Pero el desierto y el altiplano no dejan de fascinar a lo largo de su geografía: el Valle de la Luna, con sus increíbles formaciones rocosas; las 300 mil hectáreas del Salar de Atacama, los impresionantes Geysers de El Tatio; o las numerosas fuentes termales, como las de Mamiña.
Por otra parte, es un territorio de grandes riquezas arqueológicas, naturales y culturales. Los Geoglifos de Cerro Pintado y los Pukarás de Quitor y Lasana, nos hablan del alto grado de desarrollo al cual llegaron los pueblos originales de la zona. Más recientes en el tiempo y en la historia del país, las oficinas salitreras como María Elena, son mudos testimonios de un pasado esplendoroso. Y La Fiesta de La Tirana, la muestra más representativa de la mezcla entre las tradiciones paganas y el catolicismo.
Cada una de las ciudades y pueblos de la región, es heredero de este pasado. Son muchos los pueblos como San Pedro de Atacama y Putre que están rodeados de kilómetros desérticos, cuya forma y ritmo de vida difieren grandemente al de las ciudades situadas en el litoral como Arica, Iquique y Antofagasta. Y también de Calama, surgida de la actividad minera de Chuquicamata, la mina de cobre a tajo abierto más grande del mundo.
Es una región para disfrutar reposadamente o para lanzarse a la aventura de explorar. Está dotada de toda la infraestructura y servicios necesarios para atender a los visitantes.
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